martes, 3 de marzo de 2009

El bululú de las ninfas. Presentación



Presentación de José Pulido


Me he divertido tanto escribiendo este novela que ya no quiero hablar de infelicidad y desasosiego. Si los lectores son alcanzados por el placer que he sentido dándole vida a El bululú de las ninfas, entonces ganaré mucho dinero porque la gente sólo tendrá que leer la novela para salir de cualquier depresión. Me he divertido jugando con las palabras.

Dios le encargó al hombre que le pusiera nombres a las cosas, a los demás seres, a todo lo que aconteciera y eso es lo que uno trata de hacer: cumplir con Dios haciendo un trabajo que resulta de lo más satisfactorio y agradable. Uno se hace el loco con los diez mandamientos. Ahí si que no se restea uno con el Señor. Pero algo es algo y un libro no es poca cosa jamás. Sólo hace falta encontrar aunque sea un lector capaz de obtener un poquito de amor, de luminosidad o de odio entre sus páginas.

Terminar un libro y haberlo escrito con emoción y oficio es algo que proporciona mucha felicidad. En el caso de esta novela yo me siento tan eufórico y contento, que voy a perder la humildad, pero debo afirmar que el buen lector pedirá más de eso que contiene El bululú de las ninfas. Sí: perderé la humildad, pero les puedo jurar que esta novela es una rareza. No me duele perder la humildad. De todas maneras he perdido cosas mejores que la humildad, tales como la fé y la lotería.

Ya he dicho en otras ocasiones que un buen escritor no crece y no se eleva hacia el arte de la literatura si no consigue en el camino un buen lector que crezca y vuele con él. Debo confesar que una de las razones que me mantienen cautivo como autor de Alfadil, es que quienes trabajan allí son lectores estupendos. Encabezados por uno de los lectores más acuciosos y voluptuosos que he conocido: Leonardo Milla. Si a Leonardo le gusta un texto, entonces está bien, porque es un lector que devora calidad, que navega en los capítulos, que degusta la escritura.

Le agradezco a Leonardo, a Carolina, a Victoria Pereira, a Ulises Milla quien ha resultado un diseñador tan impactante y sensible a la vez; y al resto del equipo, por el esfuerzo que hacen para que mis escritos salgan a la luz. Le agradezco a Orlando Chirinos esa magnífica presentación, que alguna vez debería estar incluida en la novela si hay una segunda edición.


He tenido la suerte de que mis novelas, antes de ser editadas, han sido leídas por amigos que viven en el universo de las palabras: Blanca Elena Pantin, Manuel Caballero, Rodolfo Santana, Sergio Pascual, y dos que son muy especiales: Iraida Páez y Enrique Viloria, mis editores de poesía. Ya saben quién lee de primerito todo lo que escribo, porque a ella le dedico mi trabajo y mi amor, aunque la he visto convertirse en abuela tirando por la borda todas mis ilusiones juveniles. Me refiero a Petruvska Simne, quien aparte de abuelita también es autora de Alfadil.

Volviendo al tema de El bululú de las ninfas, quiero decirles sinceramente que me están comenzando a gustar mis novelas. Creo que soy el único que las ha leído todas. Pero ésta en particular me ha proporcionado tanto placer que no dudo en recomendarla porque sé que nadie saldrá defraudado. Ni siquiera sé cómo transmitir esa certeza. Es mejor que comiencen a leerla lo más pronto posible si quieren averiguar lo que ha ocurrido entre esas ninfas y mi persona.




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