martes, 3 de marzo de 2009

Mundo sensorial

El Bululú De José Pulido

Luis Miguel Rebolledo


El bululú de las ninfas, la última novela de José Pulido (Editorial Alfa, 2007), es una historia llena de sensualidad y metáforas luminosas en la que las cosas no son lo que parecen, en las que nada es definitivo y todo es fluctuante y transitorio como el fuego heraclitano. El punto de partida de esta historia es la investigación del misterioso asesinato de una turista alemana en una solitaria playa de Naiguatá. Sin embargo, en la medida en que avanza la trama, este hecho va quedando relegado a un segundo plano para dar paso a una miríada de historias pobladas de seres entrañables y situaciones a la vez conmovedoras y divertidas que, en el momento menos esperado, desembocan en una tragedia de proporciones apocalípticas.

Lo mejor de esta novela, sin duda, es que las historias que la componen son contadas, no desde el punto de vista de la tercera persona omnisciente, ni a partir de la perspectiva y la psicología de los personajes, sino desde un atalaya narrativo diverso, múltiple y deliberadamente equívoco a través del cual el autor, los personajes y hasta los mismos lectores se convierten en protagonistas y testigos de los acontecimientos, las pasiones y los conflictos que tienen lugar en ella. Para lograrlo, el narrador nos introduce con singular maestría en las mentes y en el mundo sensorial de los personajes y, a partir de la subjetividad de cada uno de ellos, vivimos en carne propia sus alegrías, sus angustias, sus esperanzas y sus miedos.

Debido a esto, El bululú de las ninfas se desarrolla, no en función de un orden cronológico y espacial propio de la estructura narrativa convencional, sino a partir de los vaivenes del universo psicológico de cada uno de los personajes. Es por ello que, a veces, un palique deviene, de pronto, en un monólogo, un suceso trivial termina siendo una ensoñación, un recuerdo se deshace en delirantes fantasías. Pero, contrariamente a lo podría creerse, esta confusión de identidades, estos juegos de prestidigitador, este bululú ontológico (y perdónenme la frase), lejos de restar verosimilitud a esta maravillosa ficción, la refuerza, la potencia y le otorga un realismo vigoroso y electrizante.

Las ciento cuarenta y tres páginas que componen la novela rezuman un humor sicalíptico, salaz, que le imprime un tono decididamente irreverente, impío, desenfadado. Para ello, el autor, además de hacer gala de un estilo narrativo que, en muchos casos, adopta, con sorprendente naturalidad, las maneras procaces y lenguaraces de sus personajes, se sirve de imágenes truculentas, y hasta grotescas, como la del cangrejo que pasea su cuerpecito transparente sobre el cadáver ultrajado de la turista alemana, o descarnadamente gráficas, como aquella en la que la adorable Antonia se masturba, socarronamente, con un pene de goma.

No obstante lo anotado, El bululú de las ninfas no es una novela policial, ni erótica, a pesar de que su caudal se nutre de los afluentes de estas categorías narrativas. Pertenece, más bien, a un estilo narrativo más cercano al discurso cinematográfico que al propiamente narrativo, dado que el aluvión de imágenes y sonidos que emanan de sus páginas se aproxima más a las vívidas reverberaciones del viejo cinematógrafo que a los meandros de las formas narrativas.


Cuando, finalmente, parece que el misterio del crimen de la turista germana está a punto de ser develado, acaece un hecho que cambia de manera brusca el curso de los acontecimientos: un aguacero torrencial, que deviene en un apocalíptico deslave, arrasa con todo lo que consigue a su paso. En pocas horas, las vidas de los habitantes de Naiguatá y de todos los pueblos vecinos se diluye en una de las peores catástrofes naturales de la historia reciente de Venezuela: el deslave de Vargas del año 99. Uno de los personajes, mientras trata de ponerse a salvo, describe la tragedia que le toca vivir con estas lacónicas y hermosas palabras: "Se respira pura agua maestro: el juicio final construido con agua en vez de fuego." Después del diluvio, ya nada importa: ni el absurdo asesinato de la infortunada turista, ni el amor no correspondido de Bubute por Antonia, ni los bufonescos escarceos políticos de Rado Pernoso y Jackson Aruba, ni las maquinaciones del policía alemán por hacerse con los ahorros de Marta, la turista asesinada. Ahora todo es silencio, dolor, devastación y muerte.

El bululú de las ninfas es, además de una formidable demostración de la capacidad de José Pulido para crear historias inolvidables, una prueba más de que la literatura venezolana está viviendo un momento estelar. Boire à la santé.

No hay comentarios: