martes, 3 de marzo de 2009

Ninfas en bululú


Enrique Viloria Vera


Olvidémonos de moribundos en gira y agónicos electorales, pospongamos frustradas expediciones por mar y tierra para recuperar la libertad enajenada, prescindamos, por un rato, de los felices octogenarios, archivemos por momentos las enrevesadas afectaciones de mujeres ajenas, dejemos atrás monólogos de penes tristes, de vaginas solitarias, de anos apretados, llegó José Pulido con EL Bululú de las Ninfas, trastornadas de culito, muslos y tetas, recreadas en nuestro Caribe tropical, donde ver la mar azul de los afiches publicitarios de Venezuela en Alemania y morir en Naiguatá, en medio de un inconsciente y deseado orgasmo, es actualísimo asunto literario, policíaco, poético, turístico, transgenérico de verdad verdad.

El Bululú de Pulido no es una de esas novelas prefabricadas, de esas galeradas escritas por encargo, por deberes de linaje o de familia para encomendar notas de prensa y de amistad. No, la narración de Pulido es un texto socarrón, irreverente, descomedido, como el propio autor que desarma enraizados prejuicios y reta de frente a los crecientes espíritus libertarios que demandan una novela nuestra, con olor a sal, semen, sudor y muerte, que los reconcilie con los avatares de esta Venezuela chapucera, tercermundista, erótica, rojita pornográfica de segunda, de la que el escritor es testigo apasionado y prolijo cronista.

Es un texto endógeno y cosmopolita, de empanadas de carne mechada y paraísos fiscales, un artilugio de Interpol y de paquetes turísticos de ocasión, de Internet y de ilusiones que no prenden como los amores envasados al vacío que relata; es un relato de alienaciones y esperanzas, de felicidades efímeras como todas, al final, lo son.

Pulido juega con la adhesión frenética al clítoris cimero, se solaza en el placer plural de la masturbación femenina, en la frustración homosexual, para ilustrar ¡hélas! que el amor, el de verdad, el de boleros, el que poquito queda, ese parecido a la ternura y la mirada de soslayo, no habita en sus verídicos personajes que están concebidos para matar de pretendida pasión y morir de falso placer.

El Bululú de las Ninfas de José Pulido es la danza cotidiana y multiforme de nuestra propia muerte, la personal y la colectiva, la de la ilusión y la del desencanto, la del éxito pronto y el deslave garantizado.

No lea el libro de José Pulido, sin antes rezar tres padres nuestros, ponerse la máscara de Diablo en carnaval, comprar un yogurt profiláctico, llamar al 171 o beberse un trago doble de anís sin clavos de olor, ni el mismo párroco garantiza la paz de los espíritus.

Enrique Viloria Vera (Caracas, 1950)

Poeta, abogado de la Universidad Católica Andrés Bello, con maestría del Instituto Internacional de Administración Pública (París, 1972) y un doctorado en Derecho Público de la Universidad de París (1979). Ha publicado: en Poesía: Húmeda hendidura, 1992; Hora nona, 1993; Bestiario Familiar, 1993; Entreverado, 1997; Catedral de piedra, 1997; Signos de mi tiempo, 1998; Casa Blanca, 1998; Extramuros, 1998; Amímismo, 1998; Libro del olvido, 1999; Virtual Virtual, 1999; Deslave, 2000; Conjugaciones, 2000; Infanterías, 2000; Boca a boca, 2000; Obituario, 2001; En tres y dos, 2001; Mapas del camino (Antología), 2002; Libro del silencio, 2002, Libro de actos, 2002; Abreviaciones, 2003

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